lunes, 10 de junio de 2013

SOY LA VOZ QUE CANTA EL DÍA



Soy la greda horizontal
donde fecunda el verso
como pequeño universo
del alma, palabra y cal

Soy tan libro, tan semilla
tan solsticio, tan sollozo
sutil, débil, poderoso
como un himno sin mancilla

Cual luminoso escenario
pantalla televisiva
con la imagen siempre viva
y fiel como un incensario

Cual cedazo palpitante
donde se funde el olvido
al recipiente encendido
del intemporal instante

Soy la voz que canta el día
de nuestra patria soleada
que recibiera entusiasmada
amor de juguetería

Cálida hasta lo imposible
la tierra donde naciste
que de vegetal se viste
exuberante y terrible

Ella anidará tus sueños
tus infantiles andanzas
tus iras y esperanzas
en sus barrancos roqueños

Tu inquietud bravía domó
y desde un hogar humilde
pero orgulloso y sin tilde
a las cumbres te lanzó


El catafalco obsoleto
de provincianas flaquezas
tu visión forjó en proezas
para quebrarlas inquieto

Desde esa joven mañana
en que desalfabetizaste
todos los frenos hallaste
atado tu tierra anciana

y ese bullir parvulario
descerrajó tu horizonte
como se desmonta el monte
para abrir itinerario

Entonces los pentagramas
de una música patriótica
te hicieron marcar la nota
con piromanía de llamas

Cercenaste mentalmente
tanta injusticia de cosas
de opresiones ominosas
y de fueros de la mente

Deletreaste estremecido
con ira viril de gestos
tantos escollos enhiestos
frente a un pueblo sometido

Si como humano te hincan
frente a unos errores otros
eras joven y los potros
antes de la doma brincan

Las banderolas al viento
la acción de fiebre en tu mente
la sabiduría es demente
a los pasos del momento

Como una visión de gritos
tú que eras el pueblo mismo
diste un toque al hermetismo
de derechos infinitos

Entonces la novedad
de tus plásticas verdades
sin temor a vaguedades
te ungieron de realidad

Así creciente el escudo
de tu ensoñación erguiste
y al texto del tiempo hiciste
girar con un gesto rudo

Y vino el momento tuyo
las azagayas te hundieron
del aire y al aire fueron
los púlpitos del orgullo.

Autor: Justo Aldú

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