domingo, 2 de junio de 2013

HISTORIA SIN TIEMPO


Amiga, amigo, voy a contarte una historia;
ven, chupa las palabras de mi pluma.

Este era un reino mágico tan, pero tan diminuto, que cabía en esa tierrita insomne y universal que llevas en la uña del dedo medio de tu viajera mano derecha. Y era tan, pero tan inmenso, como toda una astronomía de asombro escuetante en los infusorios de la Vía Láctea y más allá era todavía larvario cuando él lo analizó, pues este reino de maravilla, esta saliva de eternidad, contaba con sus relatores, sus espanta-especies, sus denuncia-sucesos, sus digiere-mentiras y como es natural, tenía un rey una reina y una princesa.
Pues bien, escuché que en éste reino de maravilla sucedió un caso insólito ¡Todos eran estudiantes de algo! incluso el rey, la reina, su hija la princesa. Y todos los vasallos, se engordaban a causa de una rara enfermedad. ¡Estudiaban astronomía! claro, esto ocasionaba no pocos contratiempos a los ignorantes (siempre se cuelan por las rendijas de cualquier país, aunque éste sea de cuento) Ellos no querían estudiar, y sufrían, pues se habían echado sobre sus hombros la tarea de defender su país de maravilla; tanto insistieron en que el rey la reina y la princesa dejasen de estudiar y tanto intrigaron sobre este punto, que el mago (todos los cuentos tienen uno), que era un erudito en metamorfosis, escuchó sus reclamos. Luego vino y habló con el rey, la reina y la princesa, planteándoles el dilema.
“Amado rey, amada reina, amada princesa, con el alma llena de aguaceros, los pies arrugado de caminos y los ojos buceando futuros, me han hablado los señores ignorantes, ellos se dedican a guerrear y cosas por el estilo, pero alguna razón deben tener cuando se les erizan los pelos todos los días a la hora de sus entrenamientos, y yo con mis estudios, he sacado en claro que esto se debe a que un astro albino ronda a nuestro astro rojo y amenaza con hacer brotar “la leche” que mana de sus dedos cuando uno se hace una herida. Pues bien, este astro blanquiñoso, se acerca con intenciones aviesas, las peores... Y muy sencillo les digo, casad a vuestra hija la princesa con un ignorante. Este se encargará de defenderla a ella y por vosotros; y luego por deber a la tierra donde vuestros pies se besan con el plomo”.
El rey y la reina escogieron al ignorante, más apuesto, gallardo y ardoroso.
¡Y que nadie se me raje o le parto la cara, maldita sea! (dijo, el más machote)
Los casaron y entonces se encargó de la defensa del sol rojo contra el sol albino que se acercaba, pero sucedió algo que lamentaremos terriblemente. Nadie lo sabía, pero el sol albino, rubio rubio y feroz como un alarido, estaba poblado totalmente de ignorantes. Todos eran guerreros y ante el sol rojo blandió su espada. Lo asoló, es decir, lo arrasó totalmente y vertió la sangre del rey, la reina y sus súbditos. No contento con eso, a la bella e inocente princesa la convirtió en tierra. O debiéramos decir, la aterró con su brutalidad, su fuego inhumano, su ignorancia, propia del más empecinado fanatismo y una torcida lengua que no habla como la flor, ni como puma, ni tampoco como habla como la obsidiana, ni como habla el barro, ni la flecha, ni la ceiba, ni el maíz, que era el idioma del rey, la reina, la princesa y los habitantes de aquel reino mágico, sino que hablaba como hombre… Simplemente como un mortal.
Por eso sometió ese sol al otro, pues las cosas inflamadas de sabiduría y profundidad de astros y misterio, son tan delicadas que un simple hombre ignorante las puede deshacer como un niño travieso triza un joyero musical del más puro cristal.
El reino mágico ya no existe, pero la princesa tierra, sojuzgada y ultrajada sí.

Ah, se me olvidaba, cualquier similitud cabe en lo posible…Ahora sí,

FIN

Autor: Justo Aldú

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