La mañana se desploma,
leva anclas y se hunde en la tarde.
Se entrevé navegando el tiempo.
sobre el rostro arrugado de la tierra
con deseos cubiertos de miradas,
avistando la larga cabellera de la noche.
Ya no puedo sostener la derramada soledad
a la sombra de la carne y mis huesos.
Mi voz que ahora huye, baja por las paredes
hasta quemarse en tus sábanas
despreocupada de la muerte.
El alma no sabe de inventos ni de cálculos,
no tiene principio ni fin,
se baja cantando al mar,
se ata en el viento marinero
y llega acariciando la espuma
a la cresta de tus olas.
A la orilla del sueño,
en las mil vidas del mundo,
despierta una crisálida sedada…
Es mi amor
con el corazón en tu rastro.
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